. . . . Cuando la ignorancia es felicidad, es una locura ser sabio.
. . . Y cuando en las noches quietas y frías dirigía el hocico hacia alguna estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y ya convertidos en polvo, los que dirigían el hocico a las estrellas y aullaban a través de los siglos. Y las cadencias de buck eran las cadencias de ellos, las cadencias con que expresaban su pena y el significado que para ellos tenían el silencio, el frío y la oscuridad.
...y hablando del amor podemos hablar de él sin sentirlo, sin tocarlo, olerlo, darlo, regalarlo, donarlo... hasta entonces, no hablemos de ello.
A cada rato uno naufraga en lagunas educacionales. Cuando hay que detener un taxi uno piensa por qué diablos no enseñan a silbar desde el primer grado. O a desengrasar ollas, salir de un ascensor atascado, cambiar un caucho o llenar un formulario.
A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.
A cualquier cosa se le llama amor. Existen muchas palabras relacionadas con él: enamorarse, querer, desear, gustar, buscar, necesitar… Hay muchos matices y la educación es necesaria para saber distinguir entre unas y otras.
A dios se dejan las cosas, cuando remedio no tienen.
A fuerza de hablar de amor, uno llega a enamorarse. Nada tan fácil. Esta es la pasión más natural del hombre.
A las palabras de amor les sienta bien un poquito de exageración.
A los hombres fuertes les pasa lo que a los barriletes; se elevan cuando es mayor el viento que se opone a su ascenso.
A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿qué tono tiene su voz? ¿qué juegos prefiere? ¿le gusta coleccionar mariposas?, pero en cambio preguntan: ¿qué edad tiene? ¿cuántos hermanos? ¿cuánto pesa? ¿cuánto gana su padre?. . . Solamente con estos detalles creen conocerle.
A mí, cuando veo un muerto, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único que había vestido.
A mucho amor, mucho perdón.
A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.
A pesar de no ser nunca el definitivo, el primer amor perdura para toda la vida.
A todos -y por supuesto me incluyo- nos resulta muy dificil decir lo que uno quiere decir, cuando lo que uno quiere decir es doloroso. La cosa más difícil del mundo es revelarse uno mismo, expresar lo que uno debe expresar. . . Como artista, siento que debemos intentar muchas cosas, pero sobre todo debemos atrevernos a fallar. Uno debe tener el valor de ser malo, estar dispuesto a arriesgar todo para realmente expresarlo todo.
A todos amo con un amor de mujer, de madre, de hermana, con un amor que es más grande que yo toda, que me supera y me envuelve como un océano donde todo el misterio se resuelve en espuma...
A una madre se la quiere siempre con igual cariño y a cualquier edad se es niño cuando una madre se muere.
A veces el amor une a dos seres que no saben nadar y viven en dos islas distintas.
A veces hay que estropear un poquito el cuadro para poder terminarlo.
A veces nos volvemos locos porque olvidamos que somos diferentes, porque el amor no es una competencia para que cada uno supere la fuerza del otro, sino una cooperación que necesita de esas diferencias.
A veces sucede así en la vida: cuando son los caballos los que han trabajado, es el cochero el que recibe la propina.
A veces, cuando descubro que no he escrito una sola frase después de haber borroneado páginas enteras, me desplomo en mi sillón y allí me quedo, mareado, hundido en un pantano de desesperación, odiándome y culpándome por este orgullo demente que me hace encapricharme por una quimera. Un cuarto de hora después todo ha cambiado; el corazón me da saltos de alegría.
A veces, la causa sigue al efecto: por ejemplo, cuando un médico va detrás del feretro de su paciente.
Abrazo flojo, amor poco; abrazo apretado, ese sí que es abrazo.