La lengua del justo está detrás del corazón, más la del necio va siempre delante, suelta y dicharachera.
La lengua resiste porque es blanda; los dientes ceden porque son duros.
La lluvia moja las manchas del leopardo pero no se las quita.
La lluvia no se queda en el cielo.
La luna y el amor, cuando no crecen, disminuyen.
La marcha instruye al asno.
La mariposa al posarse sobre la rama teme romperla.
La mentira es justa cuando, por hacer bien, la verdad se oculta.
La mitad de la alegría reside en hablar de ella.
La mitad de nuestras equivocaciones nacen de que cuando debemos pensar, sentimos, y cuando debemos sentir, pensamos.
La monotonía genera aburrimiento.
La muerte de un anciano es como una biblioteca que se quema.
La mujer llora antes del matrimonio, el hombre después.
La mujer sabía edifica su casa; más la necia con sus manos la derriba.
La naturaleza nos da las dotes sin pedir nada a cambio, pero nos las quita sin pedir permiso.
La nieve no rompe las ramas del sauce.
La oscuridad reina a los pies del faro.
La pasión y el odio son hijos de bebidas que embiagan.
La persona que no comete una tontería nunca hará nada interesante.
La petición es cálida, el agradecimiento es frío.
La preocupación da a menudo una gran sombra a algo pequeño.
La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía.
La puerta mejor cerrada es aquélla que puede dejarse abierta.
La respuesta más rápida es la acción.
La sabiduría es como una mujer legítima, no permite otra mujer en su casa.