Maldita ciudad, no es tu mejor momento y aún estás hermosa. He de confesarte que te eché de menos. Agarro la guitarra y canto para ti. Qué bueno estar en casa. Vuelvo a Madrid.
Más ama el que con mayor peligro se pone a menos provecho.
Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad que soportar el peso de la tiranía.
Más risas, menos preocupación. Más compasión, menor juzgar. Más bediciones, menos estrés. Más amor, menos odio.
Me cuesta bajar el poema del aire, allí donde me hundo con el plumaje vertical de las palabras. Rozando el infierno y el invierno el poema es un dios de pies ligeros apaleado por las estrellas.
Me gustaría vivir eternamente, por lo menos para ver cómo en cien años las personas cometen los mismos errores que yo.
Menos agravio se hace al que presto se niega lo que pide.
Menos camino hay de la virtud al vicio, que de los vicios a la virtud.
Menos es más.
Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez.
Menos se debe al que menos se conoce.
Menos se siente perder lo que nunca pudo alegrar.
Menos teme los peligros el que más veces los venció.
Mi amor, dices que no hay amor a menos que dure para siempre. Tonterías, hay episodios mucho mejores que la obra entera.
Mientras más preguntamos sobre quienes somos, menos respuestas obtenemos de hacia donde vamos.
Mucho amor germina en la casualidad; tened siempre dispuesto el anzuelo, y en el sitio que menos lo esperáis encontraréis pesca.
Mucho saber, menos ignorar es.
Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.
Ningún favor produce una gratitud menos permanente que el don de la libertad, especialmente entre aquellos pueblos que están dispuestos a hacer mal uso de ella.
Ningún hombre digno pedirá que se le agradezca aquello que nada le cuesta.
Ningún hombre es feliz a menos que crea serlo.
No conozco a la mitad de ustedes, ni a la mitad de lo que querría, y lo que yo querría es menos de la mitad de lo que la mitad de ustedes merece.
No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.
No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicarselo a tu abuela.
No eres más porque te alaben, ni menos porque te critiquen; lo que eres delante de Dios, eso eres y nada más.