El arte de un príncipe consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.
El bien público requiere que se traicione, que se mienta y que se masacre.
El bien que hemos hecho nos da una satisfacción interior, que es la más dulce de todas las pasiones.
El consejo rara vez es bien recibido, porque el que más lo necesita es el que menos lo desea.