Admiro la belleza del mundo… la alegría profunda de las cosas, y el profundo dolor…
Al hacer una profunda reverencia a alguien, siempre se vuelve la espalda a algún otro.
Con frecuencia una alegría improvisada vale más que una tristeza cuya causa es verdadera.
Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado.