El amor a la vida es esencialmente tan incomunicable como el dolor.
El amor a lo don Juan no es más que afición a la caza.
El amor a mi patria lo he puesto sobre todos los amores y tú debes convencerte que para ser feliz conmigo, es menester que el sol de la libertad brille en nuestras frentes.
El amor aborrece todo lo que no es amor.
El amor abre el paréntesis, el matrimonio lo cierra.
El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
El amor al prójimo no conoce límites ideológicos ni confesionales.
El amor alivia como la luz del sol tras la lluvia.
El amor auténtico se encuentra siempre hecho. En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser. Es el amor que empieza con el amor.
El amor brilla en los ojos cuando se ve la sombra de tu ser amado.
El amor casto engrandece a las almas.
El amor combinado con odio es más podereso que el amor. O que el odio.
El amor como principio, el orden como base, el progreso como fin.
El amor compadece, y compadece más cuanto más ama.
El amor consiste en dos soledades que se protegen, limitan y procuran hacerse mutuamente felices.
El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro del ser querido.
El amor consuela como el resplandor del sol después de la lluvia.
El amor crea en la mujer, una mujer nueva; la de la víspera ya no existe al día siguiente.
El amor crece, crece como los pinos, crece como las palmas. Y desde lo alto de él, se ve pequeño el mundo.
El amor da al necio osadía y entendimiento.
El amor de la mujer, en la ropa del marido se echa a ver.
El amor de las mujeres por los hombres no es un muro a cuyo amparo ellos se puedan refugiar; es un obstáculo que se ha de franquear para vivir.
El amor de los gatos, a voces y por los tejados.
El amor de los jóvenes no esta en el corazón, sino en los ojos.
El amor de mi hombre no conocerá el miedo a la entrega, ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento en una plaza llena de multitudes. Podrá gritar -te quiero- o hacer rótulos en lo alto de los edificios proclamando su derecho a sentir el más hermoso y humano de los sentimientos.