El pan y la casa, los chicos que crecen jugando en las plazas a pesar de todo, la vida ¡que hermosa!, siempre y sobre todo de todas las cosas.
El pecador debe arrepentirse. Pero ¿por qué? Sencillamente porque de otro modo sería incapaz de darse cuenta de lo que ha hecho. El momento del arrepentimiento es el momento de la iniciación.
El pediría en caso de divorcio la mitad de todo dijo él. Medio sofá, medio televisor, media casa de campo, medio kilo de mantequilla, medio hijo.
El pensamiento no es más que un relámpago en medio de una larga noche. Pero ese relámpago lo es todo.
El pensamiento positivo te permitirá hacer todo mejor que el pensamiento negativo.
El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió.
El placer de leer todo se duplica cuando uno vive con alguien que comparte los mismos libros.
El pobre carece de muchas cosas, pero el avaro carece de todo.
El primer deber del hombre es desarrollar todo lo que posee, todo aquello en que él mismo pueda convertirse.
El principio de todo vicio es la soberbia.
El principio es la mitad del todo.
El problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo.
El público es más inteligente de lo que él mismo cree, pero no hay que decírselo, porque si no se vuelve aún más impertinente de lo que es de por sí.
El que busca fácilmente se pierde. Todo aislamiento es culpa.
El que da porque le den, engañado debe ser.
El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
El que empieza a instruirse en la filosofía de todo se echa la culpa a sí mismo.
El que está enfermo no reusa la medicina. (un enfermo es dócil y hace todo por curarse).
El que me coacciona pretende hacerlo porque sus razones son fuertes; pero realmente lo hace porque son débiles.
El que no aplique nuevos remedios debe esperar nuevos males, porque el tiempo es el máximo innovador.
El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados.
El que puede prescindir del ser amado puede prescindir de todo.
El que quiera prosperar en sus negocios hágalos por sí mismo, y si quiere que todo le salga mal, no tiene más que confiarlos a manos ajenas.
El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiere. ¡Omnipotencia humana por resignación!. A esta resignación sólo por la gracia se llega.
El que respira, dice: tengo todavía todo por respirar. El infeliz, dice: tengo todavía lugar para las desdichas de los otros. El que ha muerto, nos dice: no conozco nada todavía, no puedo estar muerto.