El poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos.
El poder nunca es estable cuando es ilimitado.
El primer castigo del culpable es que su conciencia lo juzga y no lo absuelve nunca.
El problema no es saber demasiado, el problema es que los demás sepan que tú sabes demasiado.
El pueblo no renuncia nunca a sus libertades sino bajo el engaño de una ilusión.
El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca.
El que desprecia demasiado, se hace digno de su propio desprecio.
El que emplea demasiado tiempo en viajar acaba por tornarse extranjero en su propio país.
El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta.
El que habla en exceso y sin cordura raras veces pone en práctica lo que dice. El hombre noble nunca teme que sus palabras superen a sus obras.
El que levanta demasiado la cabeza, no ve dónde pisa.
El que no cree en la magia nunca la encontrará.
El que nunca fue cosa y después cosa lo hacen, cuando se pone a hacer cosas, ¡Dios mío que cosas hace!
El que por su gusto corre, nunca se cansa.
El que se ocupa demasiado en hacer el bien no tiene tiempo de ser bueno.
El que tiene buen corazón nunca es estúpido.
El que verdaderamente ama, nunca mira su provecho.
El que yo tenga cariño, y muchas veces demasiado cariño, a la sabiduría, obedece al hecho de que me recuerda a la vida. Tiene ella el mismo mirar, la misma risa ¿ que culpa tengo yo de que las dos se parezcan tanto?.
El rico nunca está satisfecho.
El sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice.
El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.
El Ser humano que promete todo es seguro que no hará nada y cada uno que prometa demasiado se encuentra en peligro de utilizar medios diabólicos para llevar a cabo sus promesas y está ya en el camino de la perdición.
El sol era un melón, la tarde una sandía y la vida, la vida una pura gana de morder y morder manzanas.
El tacto en la audacia es saber hasta dónde se puede ir demasiado lejos.
El tercer síntoma de la muerte de nuestros sueños es la paz. La vida pasa a ser una tarde de domingo, sin pedirnos cosas importantes y sin exigirnos más de lo que queremos dar. Pero, en verdad, en lo íntimo de nuestro corazón, sabemos que lo que ocurrió fué que renunciamos a luchar por nuestros sueños.