Cuando Dios te da un don, también te da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza.
Así como el hierro se oxida por falta de uso, también la inactividad destruye el intelecto.
Ay, también a vosotros, almas grandes, os susurra él al oído sus siniestras mentiras.
Con frecuencia una alegría improvisada vale más que una tristeza cuya causa es verdadera.
Cuando encontramos el amor encontramos también la razón y el sentido de la vida toda.