Muchas veces basta una palabra, una mirada, un gesto para llenar el corazón del que amamos.
Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos de dejar de ponerle aceite.
Para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos.
Sin nuestro sufrimiento, nuestra tarea no diferiría de la asistencia social.