El que rompe algo para saber lo que es ha perdido el camino de la sabiduría.
El que vive enamorado delira, a menudo se lamenta, siempre suspira, y no habla sino de morir.
El rendirse a la ignorancia y llamarla dios siempre ha sido prematuro y sigue siéndolo hoy día.
El ruiseñor se niega anidar en la jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría.