Cada arroyo tiene su fuente.
Cada ceremonia o rito tiene valor si se realiza sin alteración. Una ceremonia es un libro en el que una gran parte está escrito. Cualquiera entiende que puede leerlo. Un rito a menudo contiene más de un centenar de libros.
Cada clase social tiene su patología.
Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla.
Cada cual tiene la edad de sus emociones.
Cada dogma tiene su día, pero los ideales son eternos.
Cada hombre debe tener derecho a elegir su destino.
Cada hombre tiene que inventar su camino.
Cada hombre tiene su precio.
Cada medalla tiene dos caras.
Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.
Cada pueblo tiene la ingenua convicción de ser la mejor ocurrencia de dios.
Cada ser humano tiene, dentro de sí, algo mucho más importante que él mísmo: su don.
Cada uno de nosotros tiene a todos como mortales menos a sí mismo.
Cada uno de nosotros tiene un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre.
Cada uno en este mundo tiene su ventanita, los unos grandes, los otros chica.
Cada uno es responsable de lo que le sucede y tiene el poder de decidir lo que quiere ser. Lo que eres hoy es el resultado de tus decisiones y elecciones en el pasado. Lo que seas mañana será consecuencia de tus actos de hoy.
Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene.
Cada uno tiene el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa.
Cada uno tiene la edad de su corazón.
Cada uno tiene su manera de aprender.
Cascar una nuez no es realmente un arte, y en consecuencia nadie se atrevería a congregar a un auditorio para entretenerlo entonces ya no se trata meramente de cascar nueces. O tal vez se trate meramente de cascar nueces, pero entonces descubrimos que nos hemos despreocupado totalmente de dicho arte porque lo dominábamos demasiado, y este nuevo cascador de nueces nos muestra por primera vez la esencia real del arte, al punto que podría convenirle, para un mayor efecto, ser un poco menos hábil en cascar nueces que la mayoría de nosotros.
Casi nadie repara por sí mismo en el mérito de otro.
Casi todo político tiene tanta necesidad, en determinadas circunstancias, de un hombre honesto, que, cual si fuera un lobo hambriento, irrumpe en el redil; mas no para devorar el cordero robado, sino para ocultarse tras su lanoso lomo.
Cataluña es la mejor maquina de tren que tiene España.