Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar.
Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos, concordar las palabras con la mente.
Dios no escucha vuestras palabras, salvo cuando él mismo las profiere a través de vuestros labios.
Dos especies de lágrimas tienen los ojos de la mujer: de verdadero dolor y de despecho.
Economizad las lágrimas de vuestros hijos a fin de que puedan regar con ellas vuestra tumba.
El camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro.
El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren.