Se tarda menos en hacer una cosa bien que en explicar por qué se hizo mal.
Si bien es cierto que las alegrías son cortas, tampoco nuestros pesares son muy largos.
Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.
Si haces bien para que te lo agradezcan, mercader eres, no bienhechor; codicioso, no caritativo.
Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.
Si querés saber lo que dios piensa del dinero, solo mirá a la gente a la que se lo ha dado.