Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás.
Entras. Te sientas. Cruzas las piernas. Y los ojos se me caen como moneditas falsas, tintineando.
Eran verdes como un mar, con reflejos de alto cielo. ¡Qué bien sabían mirar! unos ojos que recuerdo.
Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. La gente es tan sólo encantadora o aburrida.