Nunca escribí una frase que valiese la pena mientras estaba bajo la influencia del alcohol.
Nunca escribo mi nombre en los libros que compro hasta después de haberlos leído, porque sólo entonces puedo llamarlos míos.
Nunca existe error tan grande como el de no proseguir.
Nunca falta al avariento razón para negar.
Nunca faltarán ondas en la mar, ni ira y tristeza en el corazón del avariento.
Nunca fue fácil el aprendizaje de la virtud.
Nunca ha habido gobierno perfecto porque los hombres tienen pasiones; si no tuviesen pasiones, no necesitarían gobierno.
Nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz.
Nunca haga aquello por lo que no quiere que se le conozca.
Nunca hagas algo que lo otros puedan hacer por ti.
Nunca hay que pactar con el error, aun cuando aparezca sostenido por textos sagrados.
Nunca he encontrado un hombre de quien no haya aprendido algo.
Nunca he encontrado una persona tan ignorante de la que no pueda aprender algo.
Nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo.
Nunca he odiado a un hombre tanto como para devolverle sus diamantes.
Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación.
Nunca he podido concebir cómo un ser racional podría perseguir la felicidad ejerciendo el poder sobre otros.
Nunca he podido entender porque una persona se pasa dos años escribiendo una novela, cuando puede comprar una por $10.
Nunca he sentido que algo realmente importase, pero sí la satisfacción de saber que las cosas que apoyaste y en las que creías las habías conseguido de la mejor forma que habías podido.
Nunca la naturaleza dice una cosa y la sabiduría otra.
Nunca la persona llega a tal grado de perfección como cuando rellena un impreso de solicitud de trabajo.
Nunca lances mierda a un hombre con un arma.
Nunca las noticias son malas para los elegidos de Dios.
Nunca le ha servido a nadie la experiencia de otros.
Nunca le prestes el auto a alguien a quien le has dado la vida.