El arte de un príncipe consiste en hacer el bien personalmente y el mal por segunda mano.
El dinero no puede hacer que seamos felices, pero es lo único que nos compensa de no serlo.
El dolor que no se desahoga con lágrimas puede hacer que sean otros órganos los que lloren.
El ejercicio físico es una bobada. Si estás bien no lo necesitas y si estás mal no puedes hacerlo.
El espíritu del virtuoso es como un espejo. Te miras en él y puedes peinarte.
El gesto de amargura del hombre es, con frecuencia, sólo el petrificado azoramiento de un niño.
El gran clásico es un hombre del que se puede hacer el elogio sin haberlo leído.
El hombre no se da cuenta de cuánto puede hacer, más que cuando realiza intentos, medita y desea.