Nunca aconsejéis a un hombre que desconfíe de una mujer con la que ya esté casado. Es demasiado tarde para él.
Nunca creí que pudiéramos transformar el mundo, pero creo que todos los días se pueden transformar las cosas.
Nunca el hombre es tan ridículo por las cualidades que tiene, como por aquellas que cree tener.
Nunca he encontrado un hombre de quien no haya aprendido algo.
Nunca he odiado a un hombre tanto como para devolverle sus diamantes.
Nunca lances mierda a un hombre con un arma.
Nunca leo novelas ni ensayos, sino biografías. Para mí, es más importante la vida de un hombre que sus sueños de papel.
Nunca preguntéis a un hombre si sufre, porque siempre se está sufriendo en alguna forma y en algún camino.
Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez.
Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol...
Para conocer al hombre basta estudiarse a sí mismo; para conocer a los hombres se precisa vivir en medio de ellos.
Para el hombre dichoso todos los países son su patria.
Para el hombre ocupado no hay día largo.
Para el hombre que se dice cansado de su hijo no hay flores.
Para el hombre, como para el pájaro, el mundo ofrece muchos sitios donde posarse, pero nidos solamente uno: su hogar.
Para juzgar si un hombre es libre no te pares a mirar sus dignidades, porque, al contrario, más esclavo es cuando más elevado cargo desempeña.
Para que una relación entre un hombre y una mujer sea realmente interesante, es preciso que haya entre ellos goce, memoria o deseo.
Para ser un hombre de estado, primero debes ser elegido.
Para ser un hombre superior en los negocios no se trata de adquirir cualidades, sólo se trata de perder algunas.
Para torturar a un hombre tienes que conocer sus placeres.
Para triunfar en la lucha por la vida, el hombre ha de tener o una gran inteligencia o un corazón de piedra.
Para una mujer, el primer beso es el final del principio; para un hombre, el comienzo del final.
Pensándolo bien no hay otra solución para el progreso del hombre que un honesto día de trabajo, las decisiones tomadas diariamente, las expresiones generosas y las buenas acciones del día.
Pero cada uno es un impulso de la naturaleza hacia el hombre.
Pero yo ante todo soy anarquista y luego sindicalista, y creo que muchos otros primero son sindicalistas y luego anarquistas. Hay una gran diferencia. . . El culto a los sindicatos es tan nocivo como el del estado, pero existe y amenaza ser más grande cada vez. Parece que los hombres no pueden vivir sin dioses, y apenas han derribado una divinidad cuando ya surge otra nueva. Si la divinidad de los socialdemócratas en el estado, la divinidad de los socialistas libertarios parece ser el sindicato.