El sabio no es el hombre que proporciona las respuestas verdaderas, es el que formula las preguntas verdaderas.
El secreto de mi universo es sólo imaginar a Dios sin la inmortalidad del hombre.
El secreto del hombre interesante es que él mismo se interesa por todos.
El sexo, el dolor y el amor son experiencias límite del hombre. Y solamente aquel que conoce esas fronteras conoce la vida; el resto es simplemente pasar el tiempo, repetir una misma tarea, envejecer y morir sin saber realmente lo que se estaba haciendo aquí.
El sueño y la esperanza son los dos calmantes que la naturaleza concede al hombre.
El suicidio sólo debe mirarse como una debilidad del hombre, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras.
El terrorismo nace del odio, se basa en el desprecio de la vida del hombre y es un auténtico crimen contra la humanidad.
El tesoro del hombre es su verde juventud; el resto de la vida es invierno y senectud.
El tiempo es el ángel del hombre.
El tipo más noble de hombre tiene una mente amplia y sin prejuicios. El hombre inferior es prejuiciado y carece de una mente amplia.
El trabajo cansa. Eso prueba que el hombre no está hecho para trabajar.
El trabajo es la fortuna del hombre.
El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento.
El trabajo que un hombre desconocido ha hecho es como un arroyo de agua que corre oculto en el subsuelo secretamente haciendo verde la tierra.
El traje denota muchas veces al hombre.
El único error de Dios fue no haber dotado al hombre de dos vidas: una para ensayar y otra para actuar.
El único hombre que es realmente libre es aquel que puede rechazar una invitación a comer sin dar una excusa.
El único hombre que no se equivoca es el que nunca hace nada.
El universo con todas sus pompas y con toda su hermosura es un caos para el hombre sin fe.
El universo no fue hecho a medida del hombre; tampoco le es hostil: es indiferente.
El valor de una idea no tiene nada que ver con la sinceridad del hombre que la expresa.
El valor económico del trabajo de un hombre está determinado, en un mercado libre, por un solo factor: El consentimiento voluntario de aquellos con la voluntad de comerciar con él a cambio de sus productos o de su trabajo.
El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.
El verdadero precio de todo, lo que todo realmente le cuesta al hombre que quiere adquirirlo, es el esfuerzo y la complicación de adquirirlo.
El vino es una cosa maravillosamente apropiada para el hombre si, en tanto en la salud como en la enfermedad, se administra con tino y justa medida.