Todo hombre tiene derecho a dudar de su tarea y a abandonarla de vez en cuando; lo único que no puede hacer es olvidarla.
Todo hombre tiene derecho a ser feliz.
Todo mi patrimonio son mis amigos.
Todos los colores son los amigos de sus vecinos y los amantes de sus opuestos.
Todos quieren tener amigos y nadie quiere serlo.
Triste cosa es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos, porque quien enemigos no tenga, señal de que no tiene: ni talento que haga sombra, ni valor que le teman, ni honra que le murmuren, ni bienes que le codicien, ni cosa buena que le envidien.
Tus amigos te conocerán mejor en el primer minuto del encuentro que tus relaciones ocasionales en mil años.
Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Un soldado feliz no adquiere ningún derecho para mandar a su patria. No es el árbitro de las leyes ni del gobierno. Es defensor de su libertad.
Un solo enemigo puede hacer más daño que el bien que pueden hacer diez amigos juntos.
Una cólera verdadera brota cuando sentimos que parientes o amigos bien intencionados interfieren en un nivel que impide la continuación de nuestro arte: reaccionamos como si se tratara de un asunto de vida o muerte y en verdad lo es.
Únicamente la obediencia tiene derecho al mando.
Uno no hace amigos: los reconoce a medida que los va encontrando.
Vamos, amigo, recordemos que los ricos tienen camareros y no amigos.
Vieja madera para arder, viejo vino para beber, viejos amigos en quien confiar, y viejos autores para leer.
¡Dios me libre de enemistades de amigos!
¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?
¿Cómo se puede decir a un hombre que tiene una patria cuando no tiene derecho a una pulgada de su suelo?.
¿Puede haber algo más ridículo que la pretensión de que un hombre tenga derecho a matarme porque habita al otro lado del agua y su príncipe tiene una querella con el mío aunque yo no la tenga con él?.
¿Queréis contar a vuestros amigos? Caed en el infortunio.