Las buenas cosas ocurren todos los días. Solo nos tenemos que dar cuenta de ellas.
Lee los buenos libros primero; lo más seguro es que no alcances a leerlos todos.
Lo único que necesitamos para convertirnos en buenos filósofos es la capacidad de asombro.
Los ancianos gustan de darnos buenos preceptos para consolarse de no poder darnos malos ejemplos.
Los buenos gobiernos se conocen cuando lo que hacen vale más que lo que sus opositores dicen.