Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.
Voy sobre los abismos, bajo el cielo, en Pegaso volando, atento al ritmo de mi música interna.
Y ese miedo idiota de verte viejo y sin pareja; te hace escoger con la cabeza lo que es del corazón.
Y no hables más muchacha, corazón de tiza. Cuando todo duerma, te robaré un color.
Y si sueño acaso es porque el sueño es realidad y la vida la sombra de mi paso sobre la eternidad.
Y yo, ciego y mortal, hacia tu carne, hacia las soledades de tu pecho pongo mi corazón y escucho.
Yo no se de pájaros, no conozco la historia del fuego. Pero creo que mi soledad debería tener alas.