El fin de tener una mente abierta, como el de una boca abierta, es llenarla con algo valioso.
El gobernante debe tener energía sin fanatismo, principios sin demagogia y severidad sin crueldad.
El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla.
El idioma del corazón es universal: sólo se necesita sensibilidad para entenderle y hablarle.
El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida.