Las personas inteligentes tienen un derecho sobre las ignorantes: el derecho a instruirlas.
Los hombres de genio son fuerzas químicas etéreas que operan sobre la masa del intelecto neutra.
Los hombres suelen, si reciben un mal, escribirlo sobre el mármol; si un bien, en el polvo.
Los sabios tienen las mismas ventajas sobre los ignorantes que los vivos sobre los muertos.