Cuando la televisión informa sobre algún hecho marginal, en ese momento deja de serlo.
La televisión nos proporciona temas sobre los que pensar, pero no nos deja tiempo para hacerlo.
Deja que la labor de mejorar te mantenga tan ocupado, que no te quede tiempo para criticar a otros.
Se deja de querer, y es como el ciego que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren