Después de cortejar a todas las mujeres que se me cruzaron obtuve los siguientes resultados: el 30% ha decidido ignorarme, el resto, ha decidido imitarlas
A las mujeres les está bien llorar, a los hombres recordar.
A las mujeres les gusta la moda porque toda novedad es siempre un reflejo de la juventud.
A las mujeres les gusta sobre todo salvar a quien las pierde.
A las mujeres y a los charcos no hay que andarles con rodeos.
A todas las mujeres les encanta y les emociona recibir cartas.
A un hombre se le da la opción de amar a las mujeres o comprenderlas.
Aristóteles manifestaba que las mujeres tenían menos dientes que los hombres; aunque se casó dos veces, nunca se le ocurrió comprobar esta afirmación examinando la dentadura de sus esposas.
Aunque las mujeres no somos buenas para el consejo, algunas veces acertamos.
Benditas las mujeres que se enamoran, las hechiceras de la noche, las que comparten el fuego de las bodas del cuerpo en la consagración de la piel.
Bien sé que las mujeres aman, por lo regular, a quienes lo merecen menos. Es que las mujeres prefieren hacer limosnas a dar premios.
Con la perfidia de las mujeres se consigue curar los celos.
Creo que las mujeres sostienen el mundo en vilo, para que no se desbarate mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final, uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata.
Creo que será verdaderamente glorioso cuando las mujeres sean personas realmente auténticas y tenga todo el mundo abierto a ellas.
Cualquiera que diga que puede ver a través de las mujeres se está perdiendo un montón de cosas.
Cuando el matrimonio se funda en el amor, las mujeres dan sexo a cambio de amor, mientras que los hombres renuncian al sexo por amor.
Cuando las mujeres dicen que a su marido se les ha enfriado la pasión en realidad es que están cansados de que sus iniciativas sean constantemente rechazadas.
Cuando las mujeres hablan, el mundo calla.
Cuando las mujeres se besan, siempre recuerdan a los boxeadores profesionales cuando se estrechan las manos.
Cuanto más conozco a los hombres, menos los quiero; si pudiese decir otro tanto de las mujeres me iría mucho mejor.
De las flores, la violeta; de los emblemas, la cruz; de las naciones, mi tierra; y de las mujeres, tú.
Deben tratarse, sobre todo, de asegurar a las mujeres contra las malas indicaciones, aún las más ligeras; si las mujeres no estuvieran vigiladas harían la desgracia de dos familias.
Demos gracias a los hombres y a las mujeres que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer a nuestros espíritus.
Dios es para los hombres y la religión para las mujeres.
El amor de las mujeres por los hombres no es un muro a cuyo amparo ellos se puedan refugiar; es un obstáculo que se ha de franquear para vivir.