Miraba hacia abajo, a Marilyn, ese espectáculo de cuerpo mamÃfero y esplendoroso vestido "transparente". ¿HabrÃa tenido tiempo Marilyn de preguntarse si el Presidente iba a viajar a Los Angeles para ayudarla a celebrar su cumpleaños el primero de junio? Una celebración seguramente Ãntima; no, era improbable que hubiese tenido tiempo de preguntárselo, porque estaba atontada ante el micrófono, y con una sonrisa ausente, lamiéndose los labios pintados de rojo como en un intento desesperado de recordar dónde estaba y qué era aquello, con los ojos vidriosos, tambaleándose sobre sus tacos de aguja.
Joyce Carol Oates