Para una mujer, el primer beso es el final del principio; para un hombre, el comienzo del final.
Pobre no es el hombre cuyos sueños no se han realizado, sino aquel que no sueña.
Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre.
Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá un valor más alto que el de ser un hombre.
Puede considerarse bienaventurado y no pedir mayor felicidad el hombre que ha encontrado su trabajo.
Que cada hombre construya su propia catedral. ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?