El hombre no reza para dar a Dios una orientación, sino para orientarse debidamente a sí mismo.
El hombre no se da cuenta de cuánto puede hacer, más que cuando realiza intentos, medita y desea.
El hombre no se siente completo sólo con una familia, es el trabajo lo que nos da nuestra identidad.
El hombre noble conserva durante toda su vida la ingenuidad e inocencia propias de la infancia.
El hombre poco claro no puede hacerse ilusiones: o se engaña a sí mismo, o trata de engañar a otros.