A ti ya no te queda nada, y a mí me queda por lo menos, éste síndrome incurable de quererte tanto
Admiro la belleza del mundo… la alegría profunda de las cosas, y el profundo dolor…
Algo habrá de malo en la riqueza cuando a todo el mundo le da vergüenza confesar que la tiene.
Anduve viajando muchos años por el mundo, con el lucero de tu nombre en los ojos.