Esa mañana
Ana Cecilia Blu
cuando la luz se metía
entre las bancas
a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.
Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
Ana Cecilia Blu
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.
Cuando el menú del día está sabroso,
Ana Cecilia Blu
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.
Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
Ana Cecilia Blu
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.
Cuando uno reposa contento, encantado
Ana Cecilia Blu
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.
Cuando el día está bonito, sí, bonito
Ana Cecilia Blu
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.
Eso, me dijo el jubilado,
Ana Cecilia Blu
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.