Hace tiempo conviví casi dos años con una mujer hasta descubrir que sus gustos eran exactamente como los míos: los dos estábamos locos por las chicas.
Hacer el amor es algo muy sano: quemas calorías y hasta te olvidas de quién eres.
Hasta de los malvados, nadie habla mal en su funeral.
Hasta de males hay ambición.
Hasta donde hemos perdido la creencia, hemos perdido la razón.
Hasta el día de hoy no he conocido a nadie que no haya gobernado algún Estado. No hablo desde luego de los señores ministros, que gobiernan efectivamente, los unos dos o tres años, los otros seis meses y otros seis semanas; hablo de todos los demás hombres que, a la hora de cenar o en su gabinete, exponen su sistema de gobierno y reforman los ejércitos, la Iglesia, la magistratura y las finanzas.
Hasta el mediodía no sentí especial ansia el hototogisu.
Hasta el romano indigente se sentía orgulloso de poder decir "civis romanus sum"; Roma y el Imperio eran su familia, su hogar, su mundo.
Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible.
Hasta en las democracias más puras, como los Estados Unidos y Suiza una minoría privilegiada detenta el poder contra la mayoría esclavizada.
Hasta en una declaración de guerra deben observarse las reglas de urbanidad.
Hasta hoy las máquinas no han abreviado una hora el trabajo de un solo ser humano.
Hasta la desgracia se cansa de perseguir al pobre.
Hasta la desgracia se cansa.
Hasta la muerte huye de los desgraciados.
Hasta la muerte, todo es vida.
Hasta la raíz más pequeña encuentra su leñador.
Hasta la supervivencia de una banda de ladrones necesita de la lealtad recíproca.
Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables.
Hasta los vicios de quien mucho amamos nos placen.
Hasta que el marido no entiende absolutamente todas las palabras que su mujer no ha dicho, no estará realmente casado.
Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de caza siempre glorificarán al cazador.
Hasta que quienes ocupan puestos de responsabilidad no acepten cuestionarse con valentía su modo de administrar el poder y de procurar el bienestar de sus pueblos, será difícil imaginar que se pueda progresar verdaderamente hacia la paz.
Hasta que un dia el paisano acabe con este infierno, y haciendo suyo el gobierno, con solo esta ley se rija: o es pa' todos la cobija, o es pa' todos el invierno.
Hasta sacrificarse o renunciar es un problema de astucia.