Las mujeres son secretistas por naturaleza, y les gusta practicar el secreto por su cuenta.
Las mujeres son un sexo decorativo. Nunca tienen, nada que decir, pero lo dicen deliciosamente.
Las mujeres, como las espadas, cuando más respeto inspiran es cuando están desnudas.
Llamar a las mujeres el sexo débil es una calumnia; es la injusticia del hombre hacia la mujer.
Los curas se consuelan de no haberse casado cuando oyen las confesiones de las mujeres.