La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño.
Los maridos no son nunca amantes tan maravillosos como cuando están traicionando a su mujer.
Me convertí en un niño delante de una muñeca que cierra los ojos cuando se la acuesta.
No podemos temer nunca cuando tenemos una madre poderosa y amante que vela por nosotros.
No puedes hacer un acto amable demasiado pronto, porque nunca sabes cuándo será demasiado tarde.
Nunca hay que pactar con el error, aun cuando aparezca sostenido por textos sagrados.
Nunca son tan fuertes las mujeres como cuando se arman de la propia debilidad.
Nunca son tan peligrosos los hombres como cuando se vengan de los crímenes que ellos han cometido.
Cuando Dios te da un don, también te da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse.