Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien.
Nadie ha aprendido el sentido de la vida hasta que ha sometido a su ego para servir a sus hermanos.
Nadie imagina cuánto ingenio se requiere para no parecer nunca ridículo.
Ningún objeto se halla tan ligado a su nombre como para no aceptar otro que le convenga mejor.
Ningún poder humano puede jamás violentar el sagrario impenetrable de la libertad del corazón.