Un peligroso cruzar, un peligroso mirar hacia atrás, un peligroso estremecerse y detener el paso.
Vosotros miráis hacia arriba cuando ansias elevaros; yo miro hacia abajo, pues estoy elevado.
Vuestra virtud es vuestro propio ser, y no nada ajeno a vosotros; es piel y disfraz.
Y aun la ceguera del ciego y su andar a tiento han de dar fe del poder del sol que miró...
Y es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad.