No pocas veces ya he dicho adiós; conozco las horas desgarradoras de la despedida.
Prefiero unos pocos allegados a las malas compañías; pero deben saber ir y venir oportunamente.
Pues estaba acostumbrado a caminar en la noche y le gustaba mirarle a la cara a todo lo dormido.
Qué sabe del amor quien no ha tenido que despreciar precisamente lo que más amaba.
Que seria de tu felicidad, radiante astro, si no tuvieras aquellos para los que brillas.
Quien escribe con sangre, y escribe sentencias, ha de ser no leído, sino aprendido de memoria.