Manos blancas no ofenden.
Manos que trabajan, no son manos, sino alhajas.
Mejor que juntar las manos para rezar, es abrirlas para dar.
Mis manos son el límite seguro de toda realidad.
Mis manos, mis pies, a los grandes sueños habéis encadenado.
Mis ojos buscan tus pupilas hondas, mis manos la caricia de tus dedos.
Muertas las ideologías, el mundo quedó en manos de gente práctica que anula cerebros bajo montañas de nada.
Nadie pone sus sueños en manos de aquellos que pueden destruirlos.
Niños: en cada flor hay muchas vidas y las manos que matan no son manos.
No me niegues que a veces, al despertar, quisieras refugiarte nuevamente debajo de mis manos, quedarte quietecita, apenas respirando, convertida en la misma huella de la noche.
No se debe poner la espada en manos del desesperado.
No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... el tronco seco dará nuevas hojas
No todos los que tienen las manos juntas, rezan.
Nuestras vidas no están en manos de los dioses, sino en manos de nuestros cocineros.
Oigo pegando mis oídos al mapa vivo de tu suelo que llevo aquí, aquí en las manos, repicar todas tus campanas, parpadear todas tus estrellas.
Otras manos lo han intentado, sólo las tuyas me han encontrado. Ya no puedo esconder el querer sentirte al amanecer.
Para escribir este poema, pasé años buscándome las manos. Debí quitarme telarañas de los ojos; poner mi corazón al ritmo de las circunstancias más que al de las novias efímeras y, sobre todo, no olvidar que el poema es la síntesis de toda una vida.
Periodismo: lanza la mierda y lávate las manos.
Pero más, más ternura trae la caricia. Lentas, las manos se demoran, vuelven, también contemplan.
Por ejemplo. . . , a veces, estando conmigo a solas, con tus manos entre las mías. . . , como ahora. . . , hemos pasado horas enteras en silencio. Sin decirnos una sola palabra, pero sin sentir el vacío entre nosotros. Y a eso llamo yo cariño, ¿comprendes? a esa plenitud tranquila, que sólo siente uno. . . Entre los suyos.
Que la alegría te acompañe. Extiende las manos y tómala cuando pase.
Quiero ser esas manos invisibles que manejan por si la creación, y formar con tus sueños y los míos otro mundo mejor para los dos.
Se marchó bajo la lluvia. Sin decir palabra. Sin mirarme. Y me cubrí la cara con las manos. Y lloré.
Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.
siempre recordaré tu desnudez entre mis manos, tu olor a disfrutada madera de sándalo clavada junto al sol de la mañana; tu risa de muchacha, o de arroyo, o de pájaro; tus manos largas y amantes.