Lo único que necesitamos para convertirnos en buenos filósofos es la capacidad de asombro.
Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado.
Los ancianos gustan de darnos buenos preceptos para consolarse de no poder darnos malos ejemplos.
Los ciegos pueden al tacto comprobar lo amado, mi corazón es todo tacto para tu presencia.
Los conceptos son de todos y se nos imponen desde fuera; las intuiciones siempre son nuestras.