Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonÃÂa, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los dÃÂas. Germaine de Stael
Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonÃÂa, ya nunca, ni por una sola vez, apetece ningún género de distracciones, con el fin de no llegar a descubrir que se aburre todos los dÃÂas.