La vida es un hospital donde cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama.
Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar las cosas.
Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo.
Nada me inspira más veneración y asombro que un anciano que sabe cambiar de opinión.
Nadie puede ser esclavo de su identidad: cuando surge una posibilidad de cambio, hay que cambiar.
Ningún objeto se halla tan ligado a su nombre como para no aceptar otro que le convenga mejor.