Nadie es como otro. Ni mejor ni peor. Es otro. Y si dos están de acuerdo es por un malentendido.
Ningún objeto se halla tan ligado a su nombre como para no aceptar otro que le convenga mejor.
Ningún valor psíquico puede desaparecer sin ser sustituido por otro equivalente en intensidad.
No son los dos sexos superiores o inferiores el uno al otro. Son, simplemente, distintos.