A veces es más fatal, la medicina que el mal.
A veces estamos demasiado dispuestos a creer que el presente es el único estado posible de las cosas.
A veces estoy como en un infierno y no me lamento. No encuentro de qué lamentarme.
A veces hallo tan grande a la miseria que temo necesitar de ella.
A veces hay que estropear un poquito el cuadro para poder terminarlo.
A veces insistimos en ver la paja en el ojo ajeno y no vemos las montañas, los campos y los olivares.
A veces lamento hablar en español: escuchado desde la otra orilla debe ser algo incomparable, lleno de chasquidos y latigazos, terrible carga de caballería de abiertas vocales, por entre un campo erizado de consonantes clavadas como estacas.
A veces leo un libro con placer y detesto al autor.
A veces los árboles se rompen sobre el peso de sus propias frutas.
A veces los pensamientos nos consuelan de las cosas, y los libros de las personas.
A veces más vale callar y pasar por tonto, que abrir la boca y demostrarlo.
A veces no nos dan a escoger entre las lágrimas y la risa, sino sólo entre las lágrimas, y entonces hay que saberse decidir por las más hermosas.
A veces nos declaramos indignos de una alabanza, con la esperanza de provocar una discusión que nos encantaría perder.
A veces nos dirigimos a dios mendigando un poco de alegría y otras veces le brindamos nuestra propia alegría. En tales momentos nos hallamos más cerca de Él, porque no es nuestra necesidad, sino nuestra alegría lo que hacía él nos empuja.
A veces nos paramos tanto tiempo a contemplar una puerta que se cierra que vemos demasiado tarde otra que se abre.
A veces nos volvemos locos porque olvidamos que somos diferentes, porque el amor no es una competencia para que cada uno supere la fuerza del otro, sino una cooperación que necesita de esas diferencias.
A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.
A veces pienso que Dios creando al hombre sobreestimó un poco su habilidad.
A veces pienso que Dios sobrevaloró su talento al crear al hombre.
A veces pienso que es una lástima que la poesía social sea la más atacada (bueno, la única atacada), ya que encierra grandes valores humanos además de los poéticos.
A veces pienso que la prueba más fehaciente de que existe vida inteligente en el universo es que nadie ha intentado contactar con nosotros.
A veces podemos aprender más de los errores de un hombre que de sus virtudes.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
A veces presiento que mi alma está en sombras, entonces me inclino, te beso, y hay luz.
A veces quiero preguntarte cosas, y me intimidas tú con la mirada, y retorno al silencio contagiada del tímido perfume de tus rosas.