Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías de la vida mientras esperan la gran felicidad.
No tenemos más derecho a consumir felicidad sin producirla, que a consumir riqueza sin producirla.
Parece, pues, que la felicidad es algo perfecto y suficiente, ya que es el fin de los actos.
Puede considerarse bienaventurado y no pedir mayor felicidad el hombre que ha encontrado su trabajo.