Nunca subestimes el poder de las palabras para aliviar y reconciliar las relaciones.
Uno siente que ciertas palabras son terribles para todos los demás, salvo para nosotros mismos.
¿Beso? Un truco encantadro para dejar de hablar cuando las palabras se tornan superfluas.
Cuando Dios te da un don, también te da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse.